SONETOS GARCILASO


II

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

V
 
Escrito está en mi alma vuestro gesto, 
y cuanto yo escribir de vos deseo; 
vos sola lo escribisteis, yo lo leo 
tan solo, que aun de vos me guardo en esto. 
 
En esto estoy y estaré siempre puesto; 
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, 
de tanto bien lo que no entiendo creo, 
tomando ya la fe por presupuesto. 
 
Yo no nací sino para quereros; 
mi alma os ha cortado a su medida; 
por hábito del alma mismo os quiero. 
 
Cuando tengo confieso yo deberos; 
por vos nací, por vos tengo la vida, 
por vos he de morir, y por vos muero.

XI
 
Hermosas ninfas, que, en el río metidas, 
contentas habitáis en las moradas 
de relucientes piedras fabricadas 
y en columnas de vidrio sostenidas;
 
agora estéis labrando embebecidas 
o tejiendo las telas delicadas, 
agora unas con otras apartadas 
contándoos los amores y las vidas

:
dejad un rato la labor, alzando 
vuestras rubias cabezas a mirarme, 
y no os detendréis mucho según ando


que o no podréis de lástima escucharme, 
o convertido en agua aquí llorando, 
podréis allá despacio consolarme.



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