Don Juan Tenorio

DON JUAN TENORIO, JOSÉ ZORRILLA


La acción transcurre en Sevilla, a las orillas del Guadalquivir, en 1545, en los últimos años del Emperador Carlos V. La primera parte transcurre en la noche de carnaval. Hace un tiempo Don Juan y Don Luis Mejía habían apostado para ver "quien de ambos sabía obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año", ese día se cumplía el lapso de tiempo, por lo tanto, Don Luis y Don Juan se vuelven a encontrar en la hostería de Buttarelli donde comparan sus hazañas.

ESCENA PRIMERA
1ª Parte - Acto I (Fragmento): D. Juan relata sus hazañas para ver quién ha ganado la apuesta:
D. JUAN ------
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.

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Las romanas caprichosas,
las costumbres licenciosas,
yo gallardo y calavera,
¿quién a cuento redujera
mis empresas amorosas?
Salí de Roma por fin
como os podéis figurar,
con un disfraz harto ruin
y a lomos de un mal rocín,
pues me quería ahorcar.
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Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
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A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté
.


ESCENA CUARTA
Y en este otro fragmento, Doña Inés se despierta en casa de Don Juan, tras ser raptada, y Don Juan la enamora con sus palabras y le declara su amor; Doña Inés le responde, en un diálogo inflamado de pasión y que es uno de los fragmentos más famosos de Don Juan Tenorio. La llamada “escena del sofá”:
D. JUAN:
Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
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¡Oh! sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.
DOÑA INÉS:
Callad, por Dios, ¡oh don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad, por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y se arde mi corazón.
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¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
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Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan! Yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame, porque te adoro.
ESCENA SÉPTIMA
ESTATUA. Aquí me tienes, don Juan,
y he aquí que vienen conmigo
los que tu eterno castigo
de Dios reclamando están.
D. JUAN. ¡Jesús!
ESTATUA. ¿Y de qué te alteras,
si nada hay que a ti te asombre,
y para hacerte eres hombre
plato con sus calaveras?
D. JUAN. ¡Ay de mí!
ESTATUA. Qué, ¿el corazón
te desmaya?
D. JUAN. No lo sé;
concibo que me engañé;
no son sueños..., ¡ellos son!
(Mirando a los espectros.)
Pavor jamás conocido
el alma fiera me asalta,
y aunque el valor no me falta,
me va faltando el sentido.
ESTATUA. Eso es, don Juan, 
que se va concluyendo tu existencia,
y el plazo de tu sentencia
está cumpliéndose ya.
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D. JUAN. ¿Conque hay otra vida más
y otro mundo que el de aquí?
¿Conque es verdad, ¡ay de mí!,
lo que no creí jamás?
¡Fatal verdad que me hiela
la sangre en el corazón!
Verdad que mi perdición
solamente me revela.
¿Y ese reló?
ESTATUA. Es la medida
de tu tiempo.
D. JUAN. ¡Expira ya!
ESTATUA. Sí; en cada grano se va
un instante de tu vida.
D. JUAN. ¿Y esos me quedan no más?
ESTATUA. Sí.
D. JUAN. ¡Injusto Dios! Tu poder
me haces ahora conocer,
cuando tiempo no me das
de arrepentirme.





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