Pensaba en su mujer, en aquel
chiquitín que llevaba en brazos, y se sentía ambicioso. ¿Qué eran ellos? Unos
mendigos del lago, viviendo como salvajes en la barraca, sin más alimento que
los animales de las acequias y teniendo que huir como criminales ante los
guardas cuando mataban algún pájaro para dar mayor sustancia al caldero. Mi
padre es un gran cocinero. Unos parásitos de los cazadores, que solo comían
carne cuando los forasteros le permitían meter mano en sus provisiones. Su especialidad
es el arroz con carabineros.
Vicente BLASCO IBÁÑEZ: Cañas y barro, Alianza
Lee el texto siguiente y localiza dos
enunciados que rompen su coherencia.
¿Son correctos gramaticalmente los
enunciados que has subrayado en la actividad anterior?
Explica por qué rompen la coherencia
del texto.
Sustituye los enunciados que rompen
la coherencia del texto por otros que la restablezcan.
Completa las definiciones siguientes:
·
La
coherencia es la propiedad …
·
Se
denomina cohesión …
Indica mediante qué procedimientos se
obtiene la cohesión textual:
·
Gramaticales:
·
Léxicos:
En
consonancia con las anteriores, diseñe actividades sobre la coherencia y
cohesión para el texto siguiente:
Un día
lluvioso del mes de febrero, al anochecer, estaban reunidos en la cocina de la
Venta de la Encrucijada una gavilla de arrieros de un pueblo próximo. Hallábanse
unos al clamor de la lumbre sentados en dos bancos largos que había a los lados
del hogar; otros, más lejos del fuego, en sillas y escabeles de pleita y
cordelillo. A la luz del candil negruzco y de las llamas de la candela se
entrevía todo el ámbito de la cocina, que era
grande, con
la enorme chimenea de campana, el techo de vigas retorcidas y negras por el
humo, el piso de grandes losas y las paredes historiadas con una colección de
tapaderas, cacerolas, cucharas de palo y jarras de color sujetas con clavos. Platicaban
los arrieros animadamente esperando la cena que la Temeraria aviaba en aquel
momento en dos sartenes repletas de lomo y de patatas; el Mojoso llenaba el
celemín de cebada que sacaba de un arcón; echaba luego el grano en un harnero
de piel y lo entregaba a un mozo que iba y venía de la cocina a la cuadra. Era
ya al anochecer, llovía si Dios tenía qué, cuando sonaron golpes repetidos en
la puerta.
- ¿Quién es? –gritó con voz recia el
Mojoso–. Que pase quien sea…
Pío
Baroja. La feria de los discretos
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