TEXTO 1
El valle, en rigor, no era tal valle, sino una polvorienta cuenca delimitada por unos tesos blancos e inhóspitos. El valle, en rigor, no daba sino dos estaciones: invierno y verano y ambas eran extremosas, agrias, casi despiadadas. Al finalizar mayo comenzaba a descender de los cerros de greda un calor denso y enervante, como una lenta invasión de lava, que en pocas semanas absorbía las últimas humedades del invierno. El lecho de la cuenca, entonces, empezaba a cuartearse por falta de agua y el río se encogía sobre sí mismo y su caudal pasaba en pocos días de una opacidad lora y espesa a una verdosidad de botella casi transparente. El trigo, fustigado por el sol, espigaba y maduraba apenas granado y a primeros de junio la cuenca únicamente conservada dos notas verdes: la enmarañada fronda de las riberas del río y el emparrado que sombreaba la mayor de las tres edificaciones que se levantaban próximas a la corriente. El resto de la cuenca asumía una agónica amarillez de desierto. Era el calor y bajo él se hacía la siembra de los melonares, se segaba el trigo, y la codorniz, que había llegado con lo últimos fríos de la Baja Extremadura, abandonaba los nidos y buscaba el frescor en las altas pajas de los ribazos. La cuenca parecía emanar un aliento fumoso, hecho de insignificantes partículas de greda y de polvillo de trigo. Y en invierno y verano, la casa grande, flanqueada por el emparrado, emitía un “bom-bom” acompasado, casi siniestro, que era el latido de un enorme corazón.
El valle, en rigor, no era tal valle, sino una polvorienta cuenca delimitada por unos tesos blancos e inhóspitos. El valle, en rigor, no daba sino dos estaciones: invierno y verano y ambas eran extremosas, agrias, casi despiadadas. Al finalizar mayo comenzaba a descender de los cerros de greda un calor denso y enervante, como una lenta invasión de lava, que en pocas semanas absorbía las últimas humedades del invierno. El lecho de la cuenca, entonces, empezaba a cuartearse por falta de agua y el río se encogía sobre sí mismo y su caudal pasaba en pocos días de una opacidad lora y espesa a una verdosidad de botella casi transparente. El trigo, fustigado por el sol, espigaba y maduraba apenas granado y a primeros de junio la cuenca únicamente conservada dos notas verdes: la enmarañada fronda de las riberas del río y el emparrado que sombreaba la mayor de las tres edificaciones que se levantaban próximas a la corriente. El resto de la cuenca asumía una agónica amarillez de desierto. Era el calor y bajo él se hacía la siembra de los melonares, se segaba el trigo, y la codorniz, que había llegado con lo últimos fríos de la Baja Extremadura, abandonaba los nidos y buscaba el frescor en las altas pajas de los ribazos. La cuenca parecía emanar un aliento fumoso, hecho de insignificantes partículas de greda y de polvillo de trigo. Y en invierno y verano, la casa grande, flanqueada por el emparrado, emitía un “bom-bom” acompasado, casi siniestro, que era el latido de un enorme corazón.
MIGUEL DELIBES, La mortaja.
1. La actividad que proponemos es efectuar la descripción del caso antiguo de una ciudad;
o bien de un valle atravesado por un río. En ambos casos, la descripción será
el resultado de una observación directa de la realidad; y en ella se recurrirá,
para matizar los nombres, al empleo de adjetivos, comparaciones y aquel
lenguaje figurado que la haya más expresiva. Recuérdese que describir no es
inventariar, y que los detalles concretos deben exponerse ordenadamente.
(Actividad de expresión escrita)
2.
Escribe una caricatura humorística de algún personaje conocido que aparezca en
televisión. Actividad para el WeBlog de Clase. Para ello leeremos un texto de
Eduardo Mendoza de su obra El laberinto
de las aceitunas, que los alumnos
puedan tomar como modelo de una caricatura, así como el poema “Érase un hombre a una nariz pegaodo” famosa
caricatura de Quevedo hacia Góngora.
TEXTO
2
“Pus, como todos habíamos dado en llamarla cariñosamente, tenía, y ha de seguir
teniendo, si todavía vive, dos años menos que yo. Era no tanto espigada cuanto
raquítica, con un cuerpo de raspa rematado por una cabecita trasquilada por mor
del tifus que parecía una pelota. No era limpia. Como nunca tuvo madre,
habiendo nacido en muy extrañas circunstancias, se había identificado en el
período formativo con la cerda, de la que modelaba expresiones, actitudes y
sonidos. Despedía un olor peculiar que me embriagaba y que durante mucho tiempo
llamé perfume, hasta que me di cuenta de lo que era”.
ACTIVIDAD DE REFUERZO
1. Realizar una descripción de su mejor
amigo o amiga utilizando la técnica realista. La descripción debe reflejar las
características físicas y psíquicas de la persona, así como sus gustos,
pensamientos, etc. Para ello, hay que
tener en cuenta la importancia del detalle y la minuciosidad de las cosas. La
descripción debe ocupar mínimo un folio.
TEXTO: 3
Vetusta, la muy noble
y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la
olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido
de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la
Santa Basílica. La torre de la catedral, poema romántico de piedra, delicado
himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo
dieciséis, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado
por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares
exageraciones de esta arquitectura. La vista no se fatigaba contemplando horas
y horas aquel índice de piedra que señalaba al cielo; no era una de esas torres
cuya aguja se quiebra
de sutil, más flacas que esbeltas, amaneradas, como
señoritas cursis que aprietan demasiado el corsé; era maciza sin perder nada de
su espiritual grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, subía como fuerte castillo, lanzándose desde allí en pirámide de
ángulo gracioso, inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de músculos
y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo
equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una
punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y
encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.
La Regenta, Clarín.
Misericordia (Benito Pérez Galdós)
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Tenía la Benina voz dulce, modos
hasta cierto punto finos y de buena educación, y su rostro moreno no carecía de
cierta gracia interesante que, manoseada ya por la vejez, era una gracia
borrosa y apenas perceptible. Más de la mitad de la dentadura conservaba. Sus
ojos, grandes y oscuros, apenas tenían el ribete rojo que imponen la edad y
los fríos matinales. Su nariz destilaba menos que las de sus compañeras de
oficio, y sus dedos, rugosos y de abultadas coyunturas, no terminaban en uñas
de cernícalo. Eran sus manos como de lavandera y aún conservaban hábitos de aseo.
Usaba una venda negra bien ceñida sobre la frente; sobre ella, pañuelo negro,
y negros el manto y vestido, algo mejor apañaditos que los de las otras
ancianas. Con este pergeño y la expresión sentimental y dulce de su rostro,
todavía bien compuesta de líneas, parecía una Santa Rita de Casia que andaba
por el mundo en penitencia. Faltábanle sólo el crucifijo y la llaga en la
frente, si bien podía creerse que hacía las veces de ésta el lobanillo del
tamaño de un garbanzo, redondo, cárdeno, situado como a media pulgada más
arriba del entrecejo.
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Busca una fotografía que refleje la sociedad de la segunda mitad de siglo XIX. Realiza una texto en 3ª persona en el que describas lo que estás viendo e imagina cómo será la vida de las personas que aparecen en ella.
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