Había una vez tres
princesas llamadas que eran muy altas, guapas y sanas y siempre estaban muy
alegres y con ganas de jugar y divertirse. Sus padres, los reyes, estaban muy
contentos con sus tres hijas porque nunca se ponían enfermas.
Pero de repente
un día, sin que nadie pudiese explicar la causa, las tres princesas se hicieron
muy delicadas. La mayor de todas, estaba
paseando tranquilamente por el jardín del palacio, cuando unos pétalos de rosas
le rozaron ligeramente en la cabeza. La princesa cayó al suelo desmayada con un
enorme chichón. Los médicos pudieron curarla de aquel golpe pero la princesa
quedó delicada para siempre. Otro día la segunda princesa, se despertó con una
gran herida en la espalda. Cuando buscaron la causa de la herida descubrieron
que había sido producida por una pequeña arruga de las sábanas. Los médicos
pudieron curar la herida, pero la princesa quedó delicada para siempre.
Entonces los reyes muy asustados decidieron construir una urna de cristal para meter en ella a la princesa, la más pequeña y hermosa de las tres princesas. En el salón más grande del palacio los ingenieros reales construyeron en pocos días una enorme urna con las paredes y el techo de cristal. Dentro vivía la princesa y no la dejaban salir. Los reyes llegaron a pensar que a su hija pequeña no le iba a pasar nada y que no se haría delicada.
Pero un día entró en la urna un pequeño mosquito y con el aire
producido por el movimiento de sus alas se resfrió la princesa. Los médicos
pudieron curar el resfriado pero la princesa
quedó delicada para siempre. Todavía los reyes no se han puesto de acuerdo
sobre cuál de sus hijas es la más delicada.
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